Esa mañana se levantó temprano. Nada lo hacía reír. Se puso de pie , fue a la cocina, encendió el calefont y se dirigió al baño.
Abrió la llave del agua caliente y metió todo su cuerpo bajo el chorro de agua caliente que salía de esa cosa que no se como se llama.
Terminó de ducharse, se puso la ropa, tomó su desayuno y se dirigió a su estudio en donde tenia sus equipos computacionales con los que trabajaba día a día.
Sabía de memoria lo que ocurriría ese día por que todos sus día eran iguales. No había ni una diferencia entre un domingo y un viernes. O entre un Lunes y un sábado. El trabajaba frente a su pantalla realizando historia tras historia. al igual que todos los días pasados, se acomodó en su silla, pulsó el botón de encendido y espero paciente y sin sonreír a que el equipo arrancara para poder continuar su tediosa labor, tal cual como lo venía haciendo desde hace años.
Actualizó su antivirus, revisó el trabajo y lo cargó en su disco duro. Se puso sus fonos y salió de la casa. La gente lo saludaba, pero el no saludaba a nadie. Muy serio subió ala micro y se sentó en el ultimo asiento de la micro.
Podría viajar con los ojos cerrados, total se sabía de memoria el trayecto. Había hecho ese mismo viaje día tras día; año tras año. Ni siquiera le molestaba el hecho de que la micro avanzara tan despacio. Los demás pasajeros golpeaban el techo en protesta para que el chofer apurara el recorrido. Pero el, no. Sabía que, de todos modos, llegaría atrasado de todas formas.
Sin ganas, se paró de su asiento, tocó el timbre, bajó de la micro y caminó hacia la estación del metro. Allí caminó hasta el final de la estación, lugar donde no había gente y esperó aburrido la llegada del tren.
Se subió al último carro, en el cual no había subido ningún pasajero, y se acomodó en el ultimo asiento.
Desgano.
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